El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) es un organismo clave para cualquier científico social que habite en España, porque si las ciencias sociales tienen un instrumento clave para ser ciencias, ese instrumento son las encuestas.
Pero las ciencias sociales tienen una dificultad objetiva sobre las ciencias naturales, y esa dificultad radica en que el sujeto que las estudia es parte del objeto de estudio, en este caso, es el ser humano el que se estudia a si mismo. Y al estudiarse a si mismo, al ser humano puede que no le guste lo que vea, y puede que quiera cambiar lo que es, por lo que quiere que sea.
En las ciencias naturales por excelencia, que son la física y la química, puede pasar que el investigador ignore o evite los hechos, pero el investigador no puede cambiar los hechos. Así, por mucho que a un investigador le pueda disgustar la gravedad, ésta no va a dejar de existir. Pero en las ciencias sociales no es del todo así. En las ciencias sociales, se puede tener la tentación de dar unos resultados falsos para que la gente los asuma como reales y actúe en consecuencia con esa «falsa realidad». En las ciencias sociales puede darse la profecía autocumplida.
El CIS, en su barómetro preelectoral se equivocó. Mucho. Y aunque obviamente nadie es infalible y habría que saber cómo se hizo el estudio (puesto que pueden pasar cientos de circunstancias, problemas técnicos, humanos, presupuestarios, etc.), cualquier investigador en ciencias sociales debe de saber que sus resultados van a moldear la realidad, y sabiendo eso, dado que la función del CIS no es crear la realidad, sino mostrarla; el CIS debería de hacer dos cosas: la primera, puesto que estamos hablando de una encuesta, es explicar por qué hace la selección de preguntas que hace, puesto que depende de las preguntas que se hagan, se obtendrán unos resultados u otros, y esa explicación, debería de ser exhaustivamente motivada; y la segunda (quizá la más importante), es publicar la metodología que ellos usan para hacer su «cocina».
La «cocina del CIS» es, en palabras del CIS «el modelo de estimación a los datos directos de opinión proporcionados por la encuesta», o lo que es lo mismo, la interpretación que hace el CIS de los datos para proyectar unos resultados electorales.
La interpretación que hace el CIS a través de sus barómetros y de sus estudios preelectorales es un referente para los medios de comunicación que nos transmiten la realidad política y social de este país.
Cuando el CIS publica los resultados de sus encuestas, si esos resultados son correctos, está reflejando la opinión de la sociedad, pero si son incorrectos, el CIS está construyendo (quiera o no quiera) la opinión de la sociedad. Y la única manera de intentar obtener unos resultados correctos, es a través de una metodología científica adecuada, por lo tanto, que el CIS oculte cual es el modelo de estimación que ha usado en cada estudio, y por qué ha usado ese modelo de estimación frente a otros debería de hacernos pensar.
Porque el CIS no debería de pedirnos fe.